EL NIÑO QUESERO
La golondrina seguía barriendo mosquitos con su boca grande, amarilla. Yo no le veía el pico ni los mosquitos que atrapaba, pero Juan, el que la veía al otro lado del arroyo, me contó como cazaban las golondrinas un día que estaba enterrando a una; me dijo que se había pegado contra los matorrales y que allí la encontró.
Yo estaba allí, entre los juncos, mirando las cabriolas del pájaro, hasta que del cielo cayó un cernícalo. La golondrina solo pudo piar un momento. Cuando llegué a su lado el cernícalo la estaba desplumando con el pico
viernes, 9 de enero de 2009
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