Jirones de la Historia

Este es un blog dedicado a todas aquellas personas interesadas o amantes de episodios de nuestra Historia.


Alejandro Magno contra el Cínico


Uno altivo y otro sin ley,
así dos hablando estan.
Yo soy Alejandro el rey,
yo soy Diógene el Can.

Vengo a hacerte más horada tu vida de caracol.
A si, pues no me tapes el sol







lejandro





jueves, 14 de febrero de 2013

IRONIAS DE LA VIDA

. ¿IRONIAS DE LA VIDA?


Que quizás mejor realidad que la vida misma, donde como se dice “todo es relativo”.


Y es como el día diez de diciembre pasado, mi familia y yo regresamos pletóricos de la Haza del Lino, restaurante en zona montañosa de gran belleza forestal, donde nos desplazamos a almorzar y disfrutar de un sábado agradable.

Nada hacía de presagiar que al regresar a casa, sin previo aviso o malestar que lo justificare, sentí un dolor agudo en el vientre que se acrecentaba sin cesar, y como el mal no cedía, tuvimos que llamar a una ambulancia que me trasladó al hospital y me ingreso en urgencias.

Allí me atendieron rápidamente y a ello colaboró el que la sala estaba desierta, pues como se sabe no somos muy propicios a acudir a los centros de salud los días de fiesta, y a lo que se añadía a esta hora jugaban los equipos de Real Madrid y Barcelona

Y así sin que nada lo impidiere, muy afablemente, una joven médico, puso todo su empeño y encargo me realizaran diversas pruebas diagnósticas (análisis, radiografía, ecografía, tac, etc) que si bien descartaron la posibilidad de apendicitis o cálculos renales, los gases no dejaron ver mucho más que orientarse a los facultativos.

Ya de mañana, como el dolor persistía, el Dr. Ferrer, cirujano, dijo que la exploraciones no indicaban mucho, pero el intestino estaba perforado y no había tiempo que perder, el quirófano puso de manifiesto que todo el mal era causado por una espina de pescado que había originado una peritonitis.

Pero con la operación no acabo el tormento que continuo casi cincuenta días, y fue tal el suplicio, que a veces pensaba que aquello sería irreversible.

En este estado, esperaba con gran avidez la visita diaria del médico de turno a ver si alguna vez me confirmaba alguna mejoría próxima, pero lógicamente, poco locuaces y con la mejor sonrisa, daban tiempo al tiempo, que no era cosa de días si no de semana y meses.¡Qué no desesperara!.

Un nuevo paso por el quirófano porque la herida se abriera una y otra vez, no supuso, al parecer, la mejora apetecida, y el personal sanitario se desvivía curándome tres veces al día, pero aquello supuraba y supuraba.

Hasta que el Dr. Ferrer, en su día de turno, me dijo que se me iba a colocar, sobre la herida, una esponja que me mejoraría. Esto, en realidad consistía en un plástico, pegado sin fisuras sobre el abdomen, por encima de la esponja antes dicha, y a la que se aplicaba una máquina que absorbía el exudado, secaba la herida, y conseguía espaciar las curas a cuatro días.

¿Milagro?. Buen hacer. El dolor cedió y me permitió dormir y descansar. ¿Qué mejor se podía pedir?. Yo ya pensaba que en esta línea seria posible ver la luz del final del túnel.

Diez o doce días después, seco todo aquello que asemejaba a un plato llano, el Dr. Palomeque, en un alarde de habilidad quirúrgica, me llevo nuevamente al quirófano, y lo que parecía imposible, cerró totalmente toda la abertura.

Aprovecho la ocasión para decir, que si el dolor es un mal consejero y mi comportamiento, alguna vez, se extralimitó y no fue el adecuado, ruego sepan disculpar salidas de tono extemporáneas.

Una estancia en el hospital, nos es un sueño que nos desvele pero cincuenta días en el mismo, permiten conocer a todas las gentes que lo sustentan: personal facultativo, técnico sanitario y de multitud de servicios, y comprobar, en propia carne su bien hacer, su calidad de trabajo, su desenvoltura y empeño en su labor profesional, y a los que a todos, sin excepción, sin citar nombres, largo de enumerar, solo cabría decir, gracias, gracias, gracias…, pues todos forman y conforman el edificio emblemático de la ciudad de Motril que se llama Hospital de Santa Ana,

Sebastián Lorenzo Castillo.

Motril, a 3 de Marzo del 2012.