Jirones de la Historia

Este es un blog dedicado a todas aquellas personas interesadas o amantes de episodios de nuestra Historia.


Alejandro Magno contra el Cínico


Uno altivo y otro sin ley,
así dos hablando estan.
Yo soy Alejandro el rey,
yo soy Diógene el Can.

Vengo a hacerte más horada tu vida de caracol.
A si, pues no me tapes el sol







lejandro





lunes, 31 de enero de 2011

Y TUVIMOS COLEGIO












Sebastián Lorenzo coordinando el taller de juegos de ajedrez.

Cuando por concurso de traslado desde Albondón, llegué a Salobreña en septiembre de 1972, pretendía yo que mi estancia en la localidad se prorrogase el menor tiempo posible, tal vez dos o tres años, cuatro a lo sumo, y buscar otros aires, marchándome a Motril, mi pueblo natal y de residencia.

Sin que esto suponga ni se entienda como animadversión alguna a sus habitantes, el panorama de la enseñanza en al ciudad era deprimente, pues el desarrollo urbanístico y demográfico, ya de aquellos años, no se acompañaba de establecimientos y medios docentes algunos y se acrecentaba la desoladora realidad , con la habilitación de lúgubres locales, carentes de todo servicio e incluso de ventanas, suelo, enlucido, etc,

Y cuando después de natividad, por insistencia mía, el director escolar, D. Evaristo Corral García, de grato recuerdo, y yo, nos personamos en el Ayuntamiento a reclamar la limpieza, que en todo el trimestre, no se había realizado ni una sola vez, se nos advirtió, con gravedad en las palabras, que la asignación presupuestada para los colegios era pequeña y no alcazaba a tal y tal y tal.

Ante tamaña evasiva, contesté en desacuerdo mostrando que el consistorio (Ayuntamiento) presentaba un estado de limpieza y salubridad satisfactorio y no era más roja la sangre de los señores munícipes que la de los niños y maestros de nuestras escuelas.

Nos tuvimos que venir rápidamente, mis palabras enfurecieron al secretario que denostaba el que un maestro fuere quien para aseveraciones de ningún tipo, ¡o tempora! ¡o mores! (oh, tiempos; oh, costumbres).

Y si se pensaba que la virtud solo era un nombre , no había lugar al desánimo, no había mejor. Yo, como mis compañeros/as hacinaba cuarenta y cinco alumnos, de seis a siete años, en uno de esos locales descritos, de veintitantos metros cuadrados, cercano a un gran descampado, donde los pequeños, más exentos de riesgos callejeros, tenían sus recreos, jugaban y hacían sus necesidades.

Se decía que aquel solar se iba a construir un instituto, un edificio de categoría. La escuela no alcanzaba ese honor. Pues, ironías de aquellos tiempos, era la realidad, y no era vana la muletilla de “hambre del maestro”. Pero en frase de principio, si en el tiempo todo es mutable y nada es eterno, y se espera que el mal no se acreciente y se cambie a mejor, quiso la fortuna que en el Ministerio de Educación Nacional se decidiera la construcción de tres grupos escolares, con el dinero sobrante, no recuerdo de que otra partida.

Don Federico Mayor Zaragoza, ya nombre emblemático en la cultura del país y por ende trasciende sus fronteras, ex rector de la Universidad granadina y ahora en las tareas de gobierno, congratulado Granada y su provincia. tuvo a bien, orientar a las autoridades salobreñeras, para que preparasen solar y aprovechasen una ocasión “única” para la construcción de un colegio.

Con tamaño empuje, pronto comenzaron las mediciones y replanteos, que se demoraron un año más con nuevas reestructuraciones, pues su construcción sobre suelo de vega y pantanoso, las inundaciones hubieran arruinado, sino se aupa el edificio sobre pilares, la magnanimidad de ese gran proyecto escolar, cuya innovadora realización resalta de las añejas tónicas que hasta ahora se seguían.

Así, en dicho solar, se hizo la inversión o cambio de aquel edificio en otro, posiblemente tan o más prestigioso. Después, también nos alegramos cuando tuvimos Instituto, pero el camino hasta él pasa antes por la escuela.

En la inauguración, con asistencia de pueblo llano, autoridades locales, provinciales y todo el profesorado, la televisión, todavía extraña, plasmaba el acto, en el que el director escolar, D. Evaristo, estuvo muy locuaz, con un discurso florido sobre los vienes que, sin duda, este evento conllevaría a la sabiduría, ciencia y cultura de Salobreña, ciudad de la que se sentía tan orgulloso. Después le bromeábamos diciendo que se había aprendido bien la lección, que por qué tanto seseo. Él se sonreía y dejaba entrever, sin querer, la mella causa de dicho seseo.

Y tuvimos colegio, mi pretensión de traslado se me olvidó para siempre, y se colmaron sueños, necesidades y aspiraciones seculares: de padres, alumnos y profesores. Era un gran paso. Ya faltaba menos. Ahora, apremiaba su buen uso. No obstante, el ánimo y talante del profesorado, la situación se complicaba con la jubilación de D. Evaristo y la serie de directores interinos que le siguieron propiciaron un clima raro, de rechazo al cargo de algún compañero y las lógicas pretensiones de otros.

Pero el pequeño interregno se superó con acierto, sin devanarse en demasía los sesos eligiendo director al ultimo moro que llegó al Centro, y disculpad la científica y pretenciosa frase. El electo, diplomado en estas lides el año anterior en el Colegio Fabiola de Motril, se mostró cauto y decidido, aunando criterios, superando deficiencias, jamás se impuso. Hacíamos lo que queríamos, que era lo que debíamos.

E imprimió a la nave el rumbo preciso. Atrás quedaban ya las imposiciones y la pedagogía de: “ La letra, con sangre entra”. Este Zar reformador, dirían los rusos, es como sabéis, “el listillo de Lachar”, al que también llamamos: Antonio Vargas Vílchez.

Ya la labor, de enseñantes y enseñados, era tanto menos penosa, y casi había un espacio paran que cada cosa tuviere un lugar. Una medida, tope en el aprendizaje, fijó y elevó el nivel cultural para el nuevo colegio, ordenando y unificando el heterogéneo alumnado llegado de los distintos locales, con abismales diferencias, incluso, entre una y otra clase de un mismo nivel.

Y si estas líneas parecen el relato de las penas de antaño y las glorias de hogaño, es que la escuela, como la sociedad de que participa, también se ha beneficiado del progreso de esta, y entre los jóvenes años de este centro, tuvimos la gran suerte de pasar de la paupérrima miseria ancestral, al moderno bienestar sin reparos.

Y ya dulce amigo me retiro, y de cuanto simple amé rompí los lazos, pero una sonrisa plácida en el rostro de los que ya lo abandonaron, por jubilación o por el motivo que sea, imprime siempre el recuerdo de este cole.

2 comentarios:

  1. Hola Sebastian.¡¡¡FABULOSO RELATO!!! lo he reeleído y es precioso.Si te lo propones puedes poner cosas buenas en el blog.Un gran abrazo. ANTOÑITA.

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  2. Hola Sebastián. Soy Alejandro Soldado, maestro y lachareño de Peñuelas (Láchar). Te comento que Antonio Vargas Vílchez fue nombrado Director de Colegio "Mayor Zaragoza" por orden en el BOE aparecida en 3 de julio 1982.
    Me gustaría saber algo más de mi paisano.

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